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sábado, 13 de febrero de 2010

Las Sirenas


Las sirenas son personajes mitológicos cuyo canto embrujador llevaba a los marinos a su perdición. Sus métodos de seducción varíaban de un relato a otro, pero todas ejercían una atracción sin parangón sobre los navegantes. El primer testimonio acerca de la aparición de sirenas se remonta a La Odisea de Homero, que relata las aventuras tumultuosas del héroe griego Ulises, durante su largo viaje de regreso a Itaca, después de la guerra de Troya: las sirenas de la época no son esos seres mitad mujer, mitad pez, que las leyendas más modernas retuvieron, sino unas aves con cabeza y pecho de mujer.


En la mitología griega, las sirenas viven en una isla del Mediterráneo. Su canto es tan bello que los marinos que las escuchan no pueden resistírseles y arrojan sus naves contra los arrecíles. Los sobrevivientes son asesinados sin piedad. Cuando Ulises abandona la morada de la hechicera Circe, sabe que debe pasar cerca de la isla de las sirenas. Siguiendo los consejos de la hechicera, el astuto héroe recurre a una estratagema que le permitirá oír y no obstante salvar la nave y a sus compañeros. Tapa los oídos de sus hombres con cera después de haberles pedido ser sólidamente atado al mástil. Así podrá saciar su curiosidad escuchando el canto de las sirenas, sin ceder a su encantamiento. Este canto se revela melodioso y desgarrador, y está colmado de bellas promesas. Ulises les grita a sus compañeros que lo desaten, pero por supuesto éstos permanecen sordos a sus gritos. Finalmente, el barco pasa y los héroes escapan al funesto destino de tantos otros marinos. Sin embargo, Ulises no es el único en enfrentar a las sirenas. El poeta mítico Orfeo, que acompaña a Jasón en su búsqueda del vellocino de oro, logra también resistir a su fatal encanto. En el instante en que Jasón y sus hombres, los argonautas, atraídos por las melodiosas voces, cambian de rumbo y se dirigen peligrosamente hacia los arrecifes de la isla, Orfeo toma su lira y entona un canto tan sublime que cubre las melopeas de las sirenas y salva a los marinos arrancándolos de su niortal contemplación.

Las sirenas son tres hermanas, hijas del dios río Aquelaos y de la musa de la poesía Calíope, Lidia toca la flauta, Partenopea la lira y Leucosca lee los textos y los cantos. Antiguas compañeras de Perséfone, hija de Zeus y de Deméter, raptada por Hades, el dios de los infiernos, pidieron a los dioses que les otorgaran alas para poder salvar a la joven y traerla de vuelta sobre la Tierra. Según otra versión, le deben su apariencia a Deméter, que quiso castigarlas por haber sido negligentes en el cuidado de su hija. Su nombre proviene del término latino siren, que a su vez proviene del griego seirén, de la palabra seira, lazo, cuerda, recordando sin duda el poder de las sirenas.

La apariencia física de las sirenas evolucionó. En la época griega, eran representadas como seres alados, con cara humana y cuerpo de ave como lo prueban diferentes vasijas griegas antiguas. Su transformación en creaturas mitad mujer, mitad pez, con la parte inferior recubierta de escamas, se remonta aparentemente a la Edad Media y a las leyendas celtas y germánicas. Pero, ya bajo el Imperio romano, se les confunde con las Nereidas, las cincuenta hijas de Nereo, dios marino, y de Doris, descendiente del Titán Océano. Las bellas Nereidas son las ninfas del inar y por lo tanto no es sorprendente que se las haya asemejado a las sirenas, también figuras marinas. Esta leyenda, permanece por largo tiempo vivaz y continua asediando la imaginación de los navegantes del mundo entero.

Aunque las sirenas nacieron de la imaginación de poetas griegos antiguos, la tradición que éstas inspiraron se transformó y se desarrolló con el paso del tiempo. Las leyendas irlandesas e inglesas hacen todas referencia a la presencia de sirenas a lo largo de sus costas, mientras que la mitología germánica las ve surgir de la espuma de las olas.

Los científicos contemporáneos piensan que los manatíes son, quizás, el origen del mito de las sirenas y que, por largo tiempo, los navegantes los confundieron con éstas, Incluso, por referencia al mito, se le dio el nombre de sirénidos al orden zoológico al que pertenecen estos mamíferos acuáticos. Los dugongs (vacas marinas) y los manatíes son los dos únicos representantes de este orden y fueron considerados hasta una época reciente como un eslabón entre los cetáceos y las focas. Los manatíes son animales de gran tamaño, pudiendo alcanzar basta 2 ó 3 metros de largo: también se les llama con el nombre de ternero marino. Sus gritos armoniosos contribuyeron seguramente a la leyenda del canto de tas sirenas. Más aun cuando las hembras tienen dos mamas pectorales que se pueden confundir con los senos de una mujer. En cuanto a los dugongs son animales suaves y poco feroces.

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