Las hadas pertenecen a un universo más ligero y sutil que el nuestro, por lo que su energía es menos densa que la nuestra y pueden incluso modelar su fisonomía y asimilar en su propio cuerpo los colores de la naturaleza. Un hada nace con una fisonomía definida y ésta sólo cambia con sus estados de ánimo; no sucede como en los humanos, que vamos envejeciendo y cambiando de aspecto; ellas no envejecen y se dice que tampoco mueren; la única manera de convertirse en mortales sería casándose con un humano o asociándose con los magos para efectuar rituales perversos. Las hadas no pueden pasar a un estado superior, o morir, dicho en términos humanos, hasta que han completado su misión, lo que sucede a los quinientos o seiscientos años de haber nacido. Su labor en la tierra está relacionada con la conservación y evolución de todo lo que existe en la naturaleza, incluyendo al ser humano, no solamente en su parte física, sino también en su espíritu; cuando su trabajo se ha realizado, su cuerpo comienza a desintegrarse, volviendo a ser parte de los elementos que lo formaron: tierra, aire, fuego y agua.
A las hadas les gusta habitar en lugares donde haya flores; prefieren los lirios y las azucenas; aunque a otras les gusta más vivir entre las violetas; solamente cuando están muy enamoradas, se van a vivir entre los "pensamientos", porque estas flores simbolizan el amor. Ellas se alimentan del néctar de las flores y les gusta mucho la miel ya elaborada por las abejas; nunca comen carne o pescado, ya que, eso representa una depredación directa o indirecta, lo que es incongruente con su misión.
Quienes han tenido la suerte de admirarlas, cuentan que se trata de seres extraordinariamente bellas, pero dan la sensación de estar formadas de una especie de vapor que tiene una especial tonalidad en verde suave y blanco luminoso.
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